Imaginemos por un momento que vamos de vacaciones a un lugar fascinante rodeado de montañas, lagos y un maravilloso pueblo pintoresco. De un momento al otro, un terremoto sacude la región, generando múltiples daños en la infraestructura. Nos quedamos ante una situación de incertidumbre, sin saber bien qué hacer. Un escenario plausible.
Los turistas están mayormente expuestos a riesgos de desastres. Generalmente, no son familiares con el territorio del destino turístico ni los riesgos presentes, no siempre manejan el idioma local y no acceden a información importante. Pero esto es solamente la punta del iceberg, visto desde el turista. La gestión del riesgo de desastres en destinos turísticos implica repensar el turismo desde una mirada mas profunda a los procesos que circunscriben al sector. Esto implica una revisión de las estrategias de desarrollo a nivel local y el diseño de acciones concretas para generar un turismo resiliente.
El turismo y los desastres
El turismo es un vector clave del desarrollo de muchos territorios. Durante años se ha utilizado como una estrategia clave para impulsar la economía y promover mayor cohesión territorial en clave sostenible. Es un sector con gran fortaleza y resistencia frente a desastres, con una capacidad más rápida para recuperarse que otros sectores. Sin embargo, las actividades del sector turístico están fuertemente vinculadas a una economía y mercados locales más grandes. Esto implica que una crisis en el sector podría tener un potencial impacto en la competitividad a nivel local y generar un efecto dominó en otros sectores.
Los desastres pueden generar distintos tipos de impactos en destinos turísticos, que ocurren en simultáneo, pero que siguen una cierta lógica secuencial. Por un lado, tienden a afectar fuertemente la infraestructura como rutas, puentes o edificaciones como hoteles y resorts. También afectan distintos elementos del patrimonio cultural y natural que suelen ser atracciones turísticas, incluidos monumentos, áreas protegidas, sitios arqueológicos, etc. Por su parte, existe un impacto en la imagen del destino: suele haber un cambio en la reputación que implica una baja elección como destino por la sensación de inseguridad y desconfianza del turista.
Como consecuencia, se comienza a entrever un impacto económico. Se interrumpe la producción y consumo de productos y servicios turísticos, asociada con una reducción de la llegada de visitantes. En una fase posterior, la recuperación económica de operadores turísticos se ve limitada por un aumento de costos operativos y problemas de liquidez. La lista de impactos podría extenderse en otras dimensiones, dependiendo del conjunto de vulnerabilidades preexistentes. Por ejemplo, un desastre podría incrementar desigualdades, afectar la agenda política, generar migraciones ambientales, entre otros.
La literatura ha reconocido que los desastres generan mayor impacto en territorios con desarrollo turístico acelerado, con escasos planes de prevención y con limitados recursos materiales y humanos. Asimismo, el impacto tiende a ser mayor en aquellos destinos dependientes del aprovechamiento de recursos naturales, como podrían ser las zonas litorales, las áreas montañosas o valles fluviales. El Marco de Sendai insta a promover e integrar la gestión del riesgo de desastre en la industria del turismo, fomentando la creación de resiliencia a nivel territorial y mitigar el impacto.
Marco para un turismo resiliente
El riesgo cero no existe, lo cual implica que debemos repensar al turismo en modo tal que se pueda mitigar el impacto de los desastres y crear resiliencia a futuro. El Banco Mundial ha recientemente desarrollado un Marco de Resiliencia de Turismo que implica repensar al sector en cinco fases clave:
Comprender los riesgos: identificar los riesgos de desastres que amenazan el sector turístico y analizar los potenciales impactos para el destino.
Planificación: se refiere a programar y priorizar las inversiones y desarrollo de acciones para construir resiliencia.
Preparación y mitigación: implementar acciones que permitan reducir los impactos que un desastre podría generar. Esta es la fase previa a que un desastre ocurra.
Respuesta y recuperación: implementar una respuesta proporcionada y eficiente para minimizar las disrupciones en el funcionamiento de la ciudad y las pérdidas, buscando mantener un grado de competitividad aceptable para el destino.
Acciones a largo plazo: implica planificar acciones para mejorar la competitividad a largo plazo, incorporando las lecciones aprendidas durante las fases precedentes.
Un esfuerzo colaborativo
Este marco de referencia para un turismo resiliente, busca justamente mitigar ese paisaje que nos planteamos al comenzar el artículo. Cuando hablábamos de que veíamos una punta del iceberg, tiene que ver con la aplicación de este marco que requiere un esfuerzo colaborativo de los distintos sectores involucrados en la actividad turística.
Por ejemplo, el sector público debe comprometerse con una agenda para la resiliencia (con un eje en la planificación y la competitividad), utilizar y comunicar información sobre riesgos y liderar el proceso junto con otros sectores, incluyendo en particular a grupos vulnerables. También deberían trabajar en conjunto con el sector financiero en el fortalecimiento del acceso al crédito y los seguros vinculados a desastres, así como en el diseño de instrumentos específicos de recuperación (por ejemplo, los planes de recuperación en Europa). En caso de una crisis, deberían trabajar en la remoción de barreras burocráticas para la creación y fortalecimiento de negocios de turismo.
El sector privado debe enfocar sus esfuerzos en mejorar la resiliencia en pequeñas y medianas empresas (PyMES), por ejemplo, a través de la generación de modelos de continuidad de negocios. También podrían formar a sus empleados para crear mayor capacidad de respuesta e interacción con los turistas. De hecho, los operadores turísticos son el punto de referencia del turista y es el eslabón clave en la integración del turista en el proceso de creación de resiliencia turística. Asimismo, el turista podría informarse sobre riesgos y procedimiento en destinos turísticos, sobre todo cuando visita un destino con riesgos frecuentes y conocidos.
Buenas prácticas
Distintos países están avanzando en la integración del enfoque de resiliencia en la planificación, incluyendo su incorporación en el ámbito del turismo. Veamos algunos ejemplos sobre lo que se está implementando en distintos países y regiones.
La gobernanza efectiva a través de alianzas con actores locales, así como el desarrollo de modelos de gestión es una de las claves para un turismo resiliente. Por ejemplo, el Plan de Protección del Turista de Perú incorpora una visión de manejo de emergencias en el sector turístico. Un elemento relevante es la creación de un Grupo de Trabajo de Gestión del Riesgo de Desastres (GTGRD) como un espacio de articulación de distintos actores para la formulación de normas y planes, organizar y evaluar los procesos de gestión de riesgo aplicados al turismo.
La planificación debería contemplar la diversificación de la oferta en el destino turístico. Esto debe ir acompañado de una campaña de marketing que permita atraer a los turistas fomentando una sensación de confianza en el destino. Por ejemplo, la región de la Araucanía en Chile ha desarrollado un plan de desarrollo turístico sustentable que remarca las potencialidades de su territorio, desde las actividades en naturaleza con un énfasis en la biodiversidad del territorio hasta actividades con orientación cultural, como son las tradiciones del Pueblo Mapuche y la valoración de su identidad local. La ideación de festivales culturales, gastronómicos y ferias de artesanías son algunos ejemplos de actividades que complementan una variada oferta turística a nivel local.
Finalmente, una práctica fundamental en la creación de resiliencia tiene que ver con la educación y formación de distintos actores que conforman la cadena de valor del sector turístico. Por ejemplo, el proyecto “Navegando Turismo” financiado por la Unión Europea se enfoca en la formación de emprendedores y PyMES para crear una mejor comprensión de los riesgos en el sector y los posibles impactos, así como generar competencias y habilidades para navegar un negocio ante una crisis. Las PyMES tienden a ser un sector mayoritario en la creación de empleo del sector, por lo cual la formación en enfoques de resiliencia puede garantizar mantener la competitividad en el sector frente a crisis, siempre que sea acompañado de medidas apropiadas del sector público y financiero.
Este artículo recopila puntos clave de la presentación que realicé el pasado 24 de Agosto en el Panel sobre “Aportes para potenciar la gestión integral del riesgo de desastres” en el marco de la Diplomatura en Gestión Integral del Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático para el Desarrollo organizado por la Universidad Católica de Córdoba.
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