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Invisibles Urbanos

El uso del enfoque de resiliencia en la gestión urbana continúa expandiéndose en distintas regiones del mundo. En su conceptualización, la resiliencia incorpora distintos elementos del concepto de sostenibilidad (económico, ambiental, social, etc.) con una mirada a futuro, buscando incrementar las capacidades de las sociedades de hacer frente al cambio y afrontar distintos tipos de crisis a nivel territorial. Ahora bien, ¿cómo concebir la resiliencia desde el punto de vista social en entramados urbanos complejos? Responder esta pregunta requiere de comprender este entramado; es por ello que este artículo partirá de describir qué son las fronteras urbanas para luego reflexionar sobre aquello que denominaremos como “invisibles urbanos”.



Una frontera es un borde, una línea, una proyección virtual que divide dos o más partes; normalmente se asocia un límite o frontera al aspecto geográfico, entendiéndola como una demarcación física, por ejemplo, la frontera de un país o el límite del ejido urbano. Sin embargo, estas fronteras existen a nivel social como divisiones más o menos visibles entre distintos grupos, entre cotidianeidades, costumbres, hábitos distintos.

En las ciudades contemporáneas, estas fronteras no son únicas ni claramente visibles, demarcando con facilidad grupos o subculturas urbanas, sino que constituyen un entramado sociocultural, un mosaico identitario, una ciudad fragmentada y diversa.

En un mismo espacio conviven distintos grupos que son susceptibles de ser invisibilizados, que en este artículo denominaremos “invisibles urbanos”. Es un concepto que necesariamente varía entre las distintas culturas. Por ejemplo, un migrante podría ser invisibilizado en destino, pero tener un rol visible en sus comunidades de origen previo a la migración. La invisibilización es un concepto dinámico y debe entenderse como un proceso de (re)significación social por el cual cada individuo puede visibilizar o invisibilizar ciertos grupos, prácticas o costumbres, acorde a su concepción de la vida cotidiana. Por ejemplo, el hecho de que una persona viva en la calle, mientras que es físicamente visible, es en muchas ocasiones invisible desde el punto de vista social. Otro ejemplo son grupos identitarios específicos como culturas suburbanas, en muchas ocasiones invisibilizadas – e incluso estigmatizadas – por el conjunto social.

Imaginemos un tablero de ajedrez en el cual los alfiles y las torres blancas son invisibles. Están en el tablero, son parte del juego, pero las otras piezas no las pueden ver, y los jugadores tampoco las ven en el diseño del juego. Del mismo modo sucede en las sociedades contemporáneas, en los mismos espacios urbanos o territorios de mayor extensión. Algunas personas o grupos no pueden o no quieren ver a otros, se diferencian en la indiferencia social. También los decisores políticos o económicos “juegan” con lo visible y si bien saben que las torres y los alfiles están, no los ven en la construcción de las políticas. Los excluyen en una indiferencia política, en la falta de un compromiso social.

Los grupos de “invisibles urbanos” adoptan distintas formas y en el discurso político (y también científico) se los suele tratar como “grupos vulnerables”, pues justamente son aquellos cuya capacidad de acción se verá limitada por el hecho de ser invisible. Aunque en el diseño de políticas públicas se los menciona, poco es lo que se hace por realmente integrarlos en la implementación efectiva. Si ya el diseño de políticas suele tener un aire de generalismo, la famosa “inclusión social” es siempre relegada -y ni siquiera a un segundo plano.

En este escenario, no todos estamos igualmente expuestos a las crisis o eventos adversos en general. De hecho, desde la antropología se propone el concepto de “vulnerabilidad diferencial” el cual indica que no todos los grupos están igualmente expuestos a riesgos (por ejemplo, de la potencial ocurrencia de desastres), así como no todos disponen de los mismos recursos para afrontar una o múltiple crisis. Este concepto propone una mirada desde el individuo o grupo. Ahora bien, la vulnerabilidad diferencial debería ser concebida también por los creadores de políticas públicas en un intento de dar visibilidad a grupos marginados, los famosos “grupos vulnerables.”

La resiliencia – del mismo modo que el riesgo de desastres u otro tipo de crisis - es una construcción social. Mientras que los decisores políticos o económicos pueden adoptar medidas para facilitar la construcción de resiliencia, es un proceso que implica el involucramiento de la sociedad en su conjunto. Implica el reconocimiento del otro, aquel que es distinto pero que cohabita en el mismo espacio. Es un proceso que requiere de visibilizar ese mosaico urbano, el entramado de “invisibles” que cruzamos a diario en nuestra cotidianeidad.

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