“La sostenibilidad nos disturba, preferimos esconderla, o incluso cerrar los ojos” – Una frase que describe en un modo crudo el Antropoceno. El hombre que, en su afán de progreso, se olvida – más o menos conscientemente – de cuidar el mundo que habita. Vivimos en un mundo caracterizado por múltiple crisis: nos encontramos en un punto que nos obliga a reflexionar sobre el enfoque de sostenibilidad: ¿qué debemos hacer para revertir la situación en que nos ha dejado la crisis climática? ¿qué podemos aprender de los últimos treinta años de políticas y prácticas para la sostenibilidad?
En el reciente libro “La humanidad ante una encrucijada: el dilema de la sostenibilidad a treinta años de Rio de Janeiro” (L’umanità a un bivio: Il dilemma della sostenibilità a trent’anni da Rio de Janeiro), Gianfranco Franz pone en entredicho al concepto de sostenibilidad frente a un mundo al límite. Una visión crítica y una suerte de revisionismo histórico-científico sobre distintos factores que han moldeado el modo en que vivimos el mundo.
Gianfranco es profesor de la Universidad de Ferrara, lugar en donde tuve la oportunidad de cursar mis estudios de máster y doctorado. Gianfranco ha sido para mí un docente, director de carrera, supervisor de tesis y colega en lo profesional. Sin dudas, un referente en mis primeros años de estudio sobre la sostenibilidad, paradójicamente hoy bajo la lupa.
En este artículo presentaré un breve recorrido sobre una serie de aspectos que aborda el libro y que buscan reflexionar sobre los aciertos, desaciertos y desafíos de la sostenibilidad, desde el rol de la ciencia, la mirada de los ciudadanos hasta los modos de elaboración de políticas públicas.
La espiral de datos
Franz explica que la impronta ecológica se ha instaurado como una forma de contabilidad ecológica, es decir el modo en que el ser humano rinde cuentas de su presión sobre el ambiente. Sin dudas, una visión que se basa en la relación hombre-naturaleza, hoy mediada por una creciente necesidad de medir todo. Es un análisis que excede el campo de la sostenibilidad, para pensar el modo en el cual hacemos la ciencia. Se ha creado una maquinaria enorme de profesionales que se dedican a crear y procesar datos y rendir cuentas de lo que hacemos como sociedad, dejando de lado el propósito de una ciencia para la sociedad. Nos encontramos frente a un escenario de confianza ciega en la postmodernidad científica basada en una creciente espiral de datos. Una suerte de tecnicismo y super especialización de la ciencia que se usa como base del diseño de políticas públicas.
Las ciencias humanas
Por su parte, las humanidades buscan escabullirse en su contribución a la sostenibilidad, escapando a la espiral creciente de datos. Sin embargo, Franz plantea que el saber humanístico ha sido más útil para el humano en su tiempo libre y en la recreación, por lo que no ha llegado todavía a impactar a un nivel de acción. Se ve a las humanidades como un pasatiempo, en donde la sociedad asocia las narraciones literarias, el arte o el cine como ficción, lejos de la realidad y careciendo por consecuencia de un verdadero efecto de shock. Asimismo, hay una suerte de cansancio a cierto tipo de narrativas que se vinculan más a la divulgación científica (vinculado precisamente al exceso de datos y al tecno-centrismo de la ciencia), en particular creando una esquizofrenia sobre la crisis climática, una de las tantas que tienen en jaque al mundo.
La ciencia ciudadana
Entre el tecnicismo científico y las humanidades, nos encontramos con una oportunidad: la ciencia ciudadana (Citizen Science), definida como un espacio de investigación, un concepto que Franz lo vincula a un proceso de democratización de la ciencia. Un espacio que requiere de mayor compromiso de las ciencias sociales en la búsqueda de captar la dimensión sociocultural de la realidad. Es un tema que está cada vez más en boga en el mundo, particularmente en Europa en donde por años se han financiado proyectos promoviendo este enfoque, hoy un requisito clave en la investigación y desarrollo. Ahora bien, si bien la ciencia ciudadana es un cambio y un avance en el modo de hacer ciencia basado en la participación, no deja de estar marcada por protocolos definidos por investigadores, no deja de tener una impronta científica. En este sentido, se encuadra en una visión tecnocéntrica de la ciencia.
La participación se ha siempre visto desde los creadores de políticas públicas como modos de legitimación política. Ahora bien, la pregunta que debemos hacernos es ¿quién realmente participa? El modelo de participación, también llamado diseños de colaboración o co-creación, ha fallado sistemáticamente cuando la escala de intervención aumenta. Quienes participan son un puñado de población, con una visión parcial de la realidad, con intereses propios y con distintas posiciones de poder. Estos pasajes me llevaron a reflexionar sobre la importancia de las redes informales como una oportunidad de cambio más efectiva y que podría contribuir a afrontar el segundo tema de discusión: la dimensión cultural.
La dimensión cultural
La vasta colección de estudios sobre sostenibilidad ha puesto el énfasis en tres dimensiones básicas: economía, ambiente y sociedad. Incluido los Objetivos del Desarrollo del Milenio o los Objetivos del Desarrollo Sostenible pueden ser clasificados dentro de este esquema. Sin embargo, todo parece apuntar a una receta incompleta. Franz hace referencia a la falta de consideración de la dimensión cultural. Distintos estudiosos han criticado el uso de la cultura en la explicación de fenómenos sociales, ya que sería una forma de reduccionismo o bien de simplismo. Mientras que la dimensión cultural adquiere relevancia en la creación de soluciones. Es una dimensión que pone en entredicho el modo en el que se elaboran las políticas para la sostenibilidad.
Franz sostiene que quienes elaboran o influencian el proceso de creación de políticas públicas se encuentra en una situación de privilegio, configurando así un esquema de sostenibilidad en base a intereses y visiones parciales. Una situación que se traduce asimismo en políticas excesivamente sofisticadas y que ponen al destinatario en una situación de subalternidad. Aquí radica uno de los puntos centrales de la dimensión cultural: las intersecciones sociales y las distintas posiciones de poder. Incluso, se trata de un diseño de políticas basadas en el desconocimiento del contexto, así como en un océano de datos incomprensibles, que terminan por estigmatizar y estratificar aún más a una sociedad que está ahogada en una crisis insostenible.
Transformación
En el libro se define a la ciudad como un laboratorio o un campo de batalla en donde se define la sostenibilidad. Un espacio dinámico que pone en relieve las consecuencias de las crisis, de los errores del desarrollo (sub-desarrollo) pero que también ha evidenciado un sinnúmero de buenas prácticas en las estrategias de cambio (por ejemplo, las políticas verdes, de smart city, de economía circular, entre otras). Franz habla de la necesidad de gestionar el cambio, un cambio necesario para una transformación efectiva. Ante la crisis climática, una desaceleración no alcanza.
Necesitamos mirar al futuro, pero como dice Franz, un futuro que requiere ya no más desacelerar, sino cambiar el modo de pensamiento. Requiere de desoccidentalizar nuestro modo en entender esa relación hombre-naturaleza y una reconstrucción semántica. Implica comprender ese entramado de intersecciones, la complejidad del poder y abrirse al entendimiento, aprendizaje y comprensión de formas de pensamientos originadas desde la subalternidad. Esto no es otra cosa más que la dimensión cultural: el ingrediente X de la sostenibilidad, que nos hace repensar el camino recorrido desde Rio de Janeiro hasta hoy.
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